El campo de batalla por la competencia entre corporaciones y marcas, por lograr el posicionamiento de sus productos de consumo masivo, está en la mente de las personas. Mientras que las corrientes progresistas los identifican como usuarios, para el capitalismo mundial son consumidores, meros números en sus estadísticas de mercado para el cual dirigen su mayor esfuerzo: crear la necesidad y vender la mayor cantidad posible de productos “innecesarios”. Este ciclo se repite una y otra vez, generando inmensas ganancias en detrimento de nuestros recursos naturales de consumo limitado y degradación de nuestros valores sociales más intrínsecos.
La profesora Annie Leonard desde su sitio http://www.storyofstuff.com/international/ nos explica cómo funciona este sistema lineal de explotación infinito sobre un planeta finito, con límites de recursos y el cual es insostenible para prolongar la vida humana.
En su planteamiento, si no compras, no tienes valor para estas corporaciones; por ende, debes convertirte en “consumidor” para obtener valor ante este sistema de explotación y consumo capitalista.
Y allí es donde empieza la batalla psicológica. Allí es donde el primer canal empieza a ejercer el rol asignado de asimilación cromática: el ojo.
Son nuestros órganos visuales, el canal principal por donde transitará toda esa información cromática, asociada a sensaciones, gustos, sabores, texturas, placeres y un sin fin de “maravillas” modernas. Por ello, LA PUBLICIDAD como principal herramienta de este conglomerado corporativo mundial para establecer estas necesidades ficticias, utiliza el color para lograr estas asociaciones de manera sublime o directa.
De esta forma, vemos colores vibrantes y luminosos en logos y mensajes de grandes cadenas de comida rápida y colores fríos y suaves en aquellos de productos para el aseo personal o belleza… Ritmo, repetición y asociación de colores a ideas y mensajes, van a lograr entrenar al ojo en una dimensión que no necesariamente se asocie a la realidad del “consumidor”. El fin último del mensaje es reducirlo a un color o conjunto de ellos que, asociado a una determinada forma, identifique una marca, producto o servicio de manera rápida e inequívoca, logrando en el consumidor su inmediata identificación y asociación directa y así imponerse a otros competidores, que en muchos casos pertenecen a la misma matriz y sólo son usados como recurso de variedad pero que al fin y al cabo son la misma corporación. Observamos marcas y productos “compitiendo” en el mercado pero que en realidad son fabricados por una misma corporación, que crea la idea ficticia de “competencia”.
Así vemos los esfuerzos de industrias como la del tabaco o los licores, donde a pesar de ser productos nocivos a la salud, sus ganancias por consumo a través del posicionamiento publicitario son exorbitantes, a pesar de las grandes limitaciones legales que han impuesto desde sectores gubernamentales y jurídicos a las mismas.
Los ojos mejor entrenados, son aquellos expuestos a la mayor cantidad de mensajes publicitarios. Y al convertir ese hecho publicitario en algo cotidiano, algo familiar, las corporaciones logran su objetivo: formar a generaciones enteras bajo los patrones de consumismo deliberado. Por ello son inmunes a determinar variables y desventajas frente a lo que ven sus ojos.
La próxima semana estaremos hablando de lo que pasa en la mente de estos “consumidores”.
El corporativismo global capitalista, en su procura de apropiarse de todo, recientemente ha creado otro “coloricidio”
El grupo alemán Deutsche Telekom a través de su filial T-Mobile ha registrado en su TRADEMARK el color magenta. Si, no es broma.
Para ampliar un mejor el término, cito a continuación la definición para Wikipedia:
“Una marca registrada, (en inglés trademark), es cualquier símbolo registrado legalmente para identificar de manera exclusiva uno o varios productos comerciales o servicios. Suele mostrarse de forma abreviada con los iconos ™, M.R. o ®, aunque esto no es indicativo del registro de la marca ante la autoridad competente.
El símbolo de una marca registrada puede ser una palabra o frase, una imagen o un diseño, y el uso del mismo para identificar un producto o servicio sólo le está permitido a la persona física o jurídica que ha realizado el registro de dicha marca o la que esté debidamente autorizada por quien la ha registrado.
Una marca registrada determina la identidad gráfica/física/operativa de un producto o servicio. Incluye elementos gráfico-visuales propios que diferencian el artículo de sus competidores, proporcionándole cierta identidad en el sector comercial. Además, se trata de una identidad registrada, protegida por las leyes correspondientes que puede utilizarse con exclusividad.”
Registraron el color magenta como propiedad industrial de su marca, con exclusividad de uso en Alemania y Holanda.
Recordemos que el color magenta es un básico de la mezcla sustractiva de los colores, siendo éste ampliamente utilizado en el mundo de las artes gráficas para la reproducción en “cuatricromía” usada en revistas, periódicos, libros y un sin fin de aplicaciones impresas. Dicha tinta pertenece al sistema CMYK de cuya combinación se obtienes millones de colores. En el mundo gráfico existen varios estándares cromáticos como lo son el PANTONE®, que cataloga a través de un código, la mezcla y proporción para la reproducción de un color determinado en cualquier parte del mundo, siguiendo los parámetros establecidos para la obtención de un determinado color.
Las grandes corporaciones, en su afán por poseer control sobre todos sus elementos corporativos por aquello de la identidad, han llegado al extremo de apropiarse de un color.
Los invito a visitar el sitio holandés http://www.freemagenta.nl/ donde de manera gráfica, creativa y elocuente, manifiestan como sería el mundo gráfico sin la propiedad colectiva del expropiado color magenta. Disfruten y únanse a su lucha.
Hasta la próxima semana, donde estaremos hablando de la psicología del color en varias entregas.
En el singular momento histórico que vive el globalizado y revolucionado mundo moderno, debe saltar a nuestra atención el cambio de paradigmas en todas las materias; o al menos, quienes entienden que debemos reinventarnos y adaptarnos a los cambios políticos, climáticos, económicos y sociales de la actualidad.
La publicidad, herramienta fundamental del capitalismo de mercado, ha sufrido los efectos severos que arrastran el mundo financiero y sus industrias de productos y servicios dependientes del consumidor y de su comercio.
Esto ha obligado a desarrollar intensas y hasta perturbadoras campañas que se desgastan en la competencia alocada por alcanzar, seducir y llevar al consumidor, sus cada vez más competidos productos que, en su gran mayoría, son innecesarios para la existencia y supervivencia humana. La locura publicitaria se ha distorsionada a niveles de saturación visual absoluta, donde el observador debe escudriñar entre avisos, textos y colores para descubrir el mensaje. Esta insanidad visual, también ha llevado a prolongar los tiempos de exposición a mensajes publicitarios en casi cualquier medio: Vallas en la autopista, avisos de prensa y revista, cuñas de TV, radio y cine, volantes, afiches, vehículos, camiones, pendones, banderas, entre otras.
Y así, ocupar cualquier espacio disponible para llenarlo de mensajes comerciales y corporativos que, en otro momento histórico, hubiese representado un “afeamiento” de la arquitectura o el ornato de ciudades y conglomerados humanos. Así vemos como los templos del consumo, los centro comerciales, no evitan que cualquier espacio sea susceptible de exponer una marca, un eslogan o un aviso vendiendo algo, de todo, cualquier cosa: escaleras mecánicas, fachadas, techos, pisos… y hasta los mismos baños. Para algunos vanguardistas del medio, se trata de una revolución creativa surgida por la crisis, mientras que para los más progresistas es una señal de agotamiento y desaparición. Recordemos el proceso histórico de las artes universales desde el renacimiento hasta el barroco, y en un sencilla analogía podemos ver lo mismo con la publicidad.
En mi particular apreciación, puede pronosticarse un destino fatal a la industria publicitaria en algunos sectores mientras que se fortalecerá en otros… todo depende de las iniciativas políticas y las costumbres socioeconómicas que van recuperando los pueblos enmancipados. Ante este fenómeno, ante el nuevo paradigma, lo que llamamos publicidad debe reinventarse y adaptarse a cada uno de sus entornos. Por eso vemos antagonismos entre las ideologías y las practicas de un sector con las herramientas capitalistas del otro. O es propaganda o es publicidad.