Para
muchos, el estado de gracia, es el estado natural de la
creación. Es sinónimo de crecimiento y antagónico a la
depravación, es decir la destrucción y sadomasoquismo. Dicho estado
se presenta sin ataduras al pasado o al presente, pero siempre
orientado al futuro. Ofrece una verdadera libertad, llamado “pacto
de gracia” de los hombres frente a Dios.
Nuestra
sociedad moderna, con sus conservadores y revolucionarios
constantemente enfrentados, mantienen una incapacidad palpable de
ofrecer al ser humano, un entorno apreciable donde se sienta a
plenitud y libertad y se manifieste el crecimiento. Erróneamente nos
han convencido que crecimiento es un valor monetario o un adelanto
tecnológico. O bien nos han confundido la terminología con
desarrollo o industrialización. Abandonando en todo aspecto lo
fundamental y esencial a nuestra naturaleza: el espíritu humano.
Hemos
fabricado y construido un estado anti-natural. Hemos introducido en
él todos nuestros sueños, anhelos y esfuerzos, abandonando cada vez
más nuestra propia esencia, casi de manera inconsciente. Este nuevo
ser, hombre o mujer desnaturalizado, trasciende una existencia llena
cosas, de objetos, de sensaciones... pero carentes de espiritualidad.
Pues la espiritualidad parece haber quedado como artículo de museo o
evento histórico que no pertenece a nuestra realidad.
Hablar
de Dios se ha convertido en un hecho que parece corresponder única y
exclusivamente a quienes siguen una religión. A los creyentes y
fanáticos de una u otra tendencia. Pero ajeno a quienes no lo
reconocen o no lo practican, pues no se conocen. Y una manera de
conocer y acercarse a Dios es conociéndose a si mismos.
Acaso
llegarán a pensar que este servidor fue tocado por un rayo o está
perdiendo el sentido. Es natural que lleguen a pensar de esa forma.
No estamos acostumbrados a exteriorizar y debatir sobre estos temas,
mucho menos a cuestionar los acuerdos establecidos por nuestras
prefabricadas sociedades materialistas. Pero, es necesario, incluso
es esta época de tanta inflexión existencial y tanta charlatanería
religiosa.
Tus
hermanos son la imagen de Dios y por tanto, en ellos está reflejado
tu Dios, tu ser y tu hermandad. En la medida que logres verlo,
estarás asistiendo a la iluminación de una sombra que irá
desapareciendo. Entre tanto, solo te invito a reflexionar y mirarte
en ese espejo.
¡Hasta
la próxima semana!
*Irving
Vierma
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