La excesiva
exposición de los seres humanos a bombardeos constantes de estímulos y
sensaciones, a cargo de los medios de información masiva, ha generado en amplios
sectores de la población mundial, serias afecciones y trastornos que son objeto
de estudio para psicólogos y expertos del área psiquiátrica. La doctora
venezolana Enza Petraglia (Psicopedagoga y Psicóloga) nos ha referido el DSM-IV
como fuente científica para el estudio psicológico de dichos trastornos.
El Manual
diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-IV-TR) lo
define de esta forma: “Trastornos
disociativos: Consisten en una alteración de las funciones
integradoras de la conciencia, la identidad, la memoria y la percepción del
entorno (con síntomas como la pérdida de memoria de eventos traumáticos,
sensación de distanciamiento de los propios procesos mentales y del propio
cuerpo, hasta el control del comportamiento por varios estados de personalidad
sucesivos). Se distinguen: Amnesia disociativa, Fuga disociativa, Trastorno de
identidad disociativo, Trastorno de despersonalización y Trastorno disociativo
no especificado”
Nuestros
procesos socio-políticos han dejado una estela de “afectados” que podemos ver a
diario en muchos lugares, especialmente referidos de los canales de TV
informativos y de opinión. Los fanáticos de uno u otro lado, explotan y alteran
sus emociones ante determinados detonantes, afectando amistades y relaciones
familiares, entre otras.
¿Existe algo
como la guerra psicológica? Podría decirse que la dinámica comercial, política
y religiosa, principalmente en nuestra sociedad, ha utilizado herramientas y
oportunidades para posicionar y privilegiar argumentos de unas sobre otras para
lograr metas de mercadeo, militancia y seguidores.
Colores,
imágenes, lemas, expresiones y dogmas, son repetidos hasta la saciedad todos
los días, por todos los medios, para lograr una ubicación que permita competir,
atraer, sostener y manipular la voluntad de las personas que han vivido bajo el
constante e inclemente yugo que la penetración del mensaje diseñado -científicamente,
para manipular voluntades, sentimientos e ideologías.
A la luz de
esos hechos y revisando la bibliografía especializada, podríamos preguntarnos ¿A
cuántas personas conocemos con alteración de las funciones integradoras de la
conciencia, la identidad y la memoria? ¿Cuántos de nuestros amigos o conocidos
perciben su entorno en forma distinta a los demás?
En 2005
escuché por primera vez la mención por parte de activistas políticos favorables
al gobierno, al referirse a sus opositores inmediatos como “disociados” por las
posiciones enfrentadas y antagónicas entre esos diversos grupos y sectores. Al
cabo de algunos años de debates, enfrentamientos y acusaciones recibidas hacia
este servidor, de parte y parte, me atrevo a afirmar que dichos trastornos han
logrado a afectar a muchos, sin distinción de su inclinación política o
ideológica, debido a que todos, sin excepción, hemos estado expuestos a las
“balas” de esa batalla mediática. La “disociación” es la consecuencia nefasta
de la maquinaria propagandística de todos los sectores.
¡Hasta la
próxima semana!