Hoy
hablaremos de las abejas, no por su miel ni por su función fundamental dentro
del reino vegetal, sino por una singular similitud que guardan con los humanos:
son capaces de apreciar el color en tricromía.
La Apis mellifera (abeja doméstica o abeja melífera)
tiene cerca de 6.300 de unidades receptivas en su “ojo compuesto” careciendo de
lente central, lo cual implica una baja resolución de imagen.
Las dimensiones
del color, capaces de ser apreciadas por los distintos seres vivos, son
diversas. Depende específicamente del tipo de células especializadas (conos en
la retina) para percibir una determinada longitud de onda o más específicamente
un color determinado. De ahí que pueden ser monocromáticas, dicromáticas,
tricromáticas, tetracromáticas y pentacromáticas.
La longitud de onda capaz de ser percibida por el ojo humano está en el rango que va desde 380 a 700 nanómetros del
espectro electromagnético. En el caso de las abejas este rango empieza más
abajo y abarca desde 200 a
los 650 nanómetros, por lo cual son capaces de apreciar el rango ultravioleta
del espectro electromagnético llamado “luz”.
Sin embargo,
a pesar de percibir tres dimensiones cromáticas, las abejas tienen una ventaja
sobre el ojo humano: pueden apreciar colores por debajo de nuestro rango
inferior; el ultravioleta es una longitud de onda que no podemos percibir los
seres humanos, sin embargo en el rango superior de nuestra capacidad espectral
(rojos), son invisibles para ellas y lo pueden confundir con el negro.
El etólogo
alemán Karl von Frisch (1886-1982) demostró a partir de sus investigaciones
realizadas a partir de 1919 que las abejas guardan ciertas similitudes con los
sentidos del ser humano: gusto, visión, olfato. Igualmente descubrió un
complejo sistema de comunicación entre ellas, a partir del movimiento
vibratorio del abdomen, llamado la “danza de las abejas”
“En 1949 pudo
demostrar, utilizando luz polarizada, que las abejas utilizan el Sol como
compás para orientarse, recordando los patrones de polarización presentados por
el cielo en diversas horas del día y de la localización de señales previamente
encontradas. Sin duda sus aportes a la apicultura fueron enormes, dado que de
ellas se desprendieron conocimientos como el rango de acción de la especie Apis
mellifera” (ver más)
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