A manera de introducción, quisiera estrenar este espacio fresco, dedicado al conocimiento y a la información de elementos formativos respecto a la comunicación visual y su incidencia en el ser humano: nuestro ánimo, nuestro comportamiento y nuestra salud, entre otras tantas cosas que diariamente casi ni notamos y la mayoría de las veces pasan desapercibidas. Y quisiera comenzar con el fragmento de un trabajo propio e inédito acerca del color, alguno de sus aspectos básicos y cómo nos afecta diariamente en nuestra jornada diaria.
Cuando abrimos los ojos cada mañana y dejamos que la luz pase a través de ellos, se debe a “La capacidad humana de percibir y apreciar el color y sus fenómenos, (…) en una característica universal y común a la gran mayoría de los seres humanos.” Por ello, al no poder regular este sentido tan fácilmente como el olfato o la audición, la visión está diariamente recibiendo estímulos que se van almacenando en nuestro gran computador: el cerebro. Al despertarnos, ponemos en acción nuestro sentido visual: prendemos el televisor, abrimos la ventana, alimentamos al perro, buscamos la ropa y la combinamos, nos aseamos y arreglamos, revisamos los papeles pendientes, buscamos algún objeto importante que debemos llevar al trabajo, bajamos las escaleras, tropezamos con los vecinos… en fin, toda la información visual está ahí, queramos o no. Y sigue el bombardeo visual: camino al trabajo leemos la prensa, volteamos a ver alguna persona interesante, leemos un nuevo graffiti en la pared de la esquina, vemos una valla, un aviso, un puesto de teléfonos, un carro espectacular, la basura en la calle, el volante de la promotora, la factura del café que nos acaban de cobrar… en fin, y apenas el día está comenzando.
Vivimos sometidos diariamente a un bombardeo de estímulos que al final del día nos da la impresión de vivir en medio de un caos visual. La televisión, la prensa escrita, la publicidad (de todo tipo), internet y la realidad misma conforman un universo al ojo humano se le ha acostumbrado a vivir a pesar de tanta variedad.
El capitalismo mercantilista ha logrado aprovechar este caos para vendernos de todo. Hasta lo que nunca usaremos o necesitemos. Vemos cómo la publicidad utiliza la imagen y el color con el fin único de lograr un estímulo condicionado en quienes se enganchan a su mensaje: comprar lo que te venden. Estos pueden ser tanto objetos y materiales como ideas y hasta estilos de vida ajenos a nuestra realidad. Y todo gracias a nuestros ojos y el estímulo creado, entre otras cosas.
Recuerdo la imagen de una noche en una populosa avenida de Nueva York o Tokio: caos visual. Color. Letras. De todo. Y vuelvo a citar el mencionado trabajo: “El color y su percepción es, por una parte, un fenómeno visual que nace de la luz y, por otra, una sinestesia entre el objeto y el sujeto. En él participan una variedad de factores y condiciones que hacen posible la visualización del mundo que nos rodea.
Así como el lenguaje escrito o hablado, el fenómeno cromático ha generado un lenguaje propio y universal través del tiempo y de las culturas, así como una fascinación por sus alcances y efectos en el hombre.” Así pues, con color se puede estimular el apetito, la risa, el placer, el odio, la paz, la angustia, la inteligencia, la sexualidad y un largo etcétera. Fíjense bien en los colores que rodean a algún restaurante de comida rápida; no están ahí porque sean “bonitos” o porque así le gustó al dueño. Están ahí para estimular tu apetito. Comes lo que sea, hasta cartón. Pero no solo te lo comes, sino que vuelves porque el lugar es “más chévere” que el inmundo perrero de la esquina donde te atragantas apurado un perro para llegar rápido al trabajo. Igual cuando te compras un par de zapatos o una bebida gaseosa. O cuando repites algo que no sabes dónde lo viste o aprendiste pero que crees tuyo y lo dices sin remordimiento… “ese país no sirve” pero nunca has oído hablar de él. Solo recuerdas la imagen del niñito famélico mendingando con una paila un poco de arroz… eso basta para crearnos el criterio.
¿Qué hacer frente a esta situación? ¿Cómo librar nuestra mente de tantos estímulos innecesarios, de este caos? Bueno, no existe una respuesta regular que pueda satisfacernos a todos, pero si una conducta: estar conscientes y ser críticos ante determinadas situaciones y frente a dichos estímulos. No sólo ver, sino mirar. Descifrar el mensaje y aclararlo, para poder desecharlo de inmediato si no podemos saber qué nos deja; si no podemos descifrarlo. La semana que viene hablaremos de algunas técnicas para descifrar los mensajes subliminales en publicidad y otras aplicaciones visuales.
Que Dios y la patria nos guarden y bendigan siempre.
Salud compatriotas.